jueves, 16 de septiembre de 2010

Silencio.

Silencio en la noche. Sólo lo rompía el gotear del grifo de la cocina y el ruido que aún venía de la calle.
Una se dedicaba a ojear la lista de componentes en el programa de una actuación de orquesta. Otra recorría con los dedos los cuadrados estampados en el mantel de la mesa. Ambas con la mirada perdida.
Perdidísima.

Una suspira. Y volviendo en sí dice:
-¡Qué tontas somos!
-… ¿Por qué?
-¿Tú qué crees?

Estallaron en risas. Pero no una risa sonora, sino bajito, muy bajito. Como si se rieran de puntillas.
El reloj marcaba las cuatro de la mañana.
En el pasillo se enciende una luz.
-¿Todavía estáis despiertas?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ordenado desorden.


Hay quien tiene la manía de ordenar todas las cosas que a su alcance llegan para darle sentido a su vida. De hecho, no hacía mucho, había leído sobre la manía de alguien llamado Agilulfo que, incluso sin existir, sentía la necesidad férrea de ordenar todo cuanto llegara al alcance de su mano: ya fueran piñas, migas de pan o su propia vida.

A veces me siento bastante reflejada en la blanca armadura de aquel caballero inexistente, aunque, ¿qué le vamos a hacer?, tanto orden a veces puede hasta causar mal estar. Por eso me alegra haberme dado cuenta de que, entre el orden desordenado que pretendo conservar siempre se puede colar algo que haga de él un ordenado desorden.

Y eso me hace sonreír.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Hey, Little Biscuit!

Dos amigas estaban tomando un café con galletas en la cocina.

Sobre la mesa también había un librito, un cuento. “La Mecánica del Corazón”.

Tras intercambiar unas palabras y mover dos o tres veces la cuchara dentro de la taza una se dispuso a hablar:

-Si “Little Jack” tenía un reloj de cuco por corazón, yo tengo un molde para galletas.
-¿Un molde para galletas? No había oído antes una comparación así.
-Sí, sí. Un molde de galletas.
-¿Quieres decir que tu corazón sirve para hacer dulces?


-Puede que sirva para hacer dulces, pero ahora está vacío. Quedan restos de masa de galletas pegados en el borde de metal.
-¿Y dónde está la galleta?

Entonces “Little Biscuit” cogió una galleta de la caja y antes de llevársela a la boca dijo:
-Quizás sea esta…

Se escuchan las cucharas chocando con el borde de las tazas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Por si os encontráis alguna vez con el Hombre Incompleto...

La gente se asombra al ver pasar al Hombre Incompleto por las calles de Nueva York.

Es un hombre al que le faltan piezas.

De hecho, si te fijas bien en su chaqueta, negra, verás cómo en los bordes están recortados huecos donde encajarían perfectamente las piezas de un puzzle. También verás cómo parece que de sus guantes, negros, cuelgan piezas que amenazan con caerse.
El movimiento se su pelo, negro, no es más que el efecto de las bisagras entre las piezas, como una puerta que ha estado siempre abierta.

Y así va caminando, por las calles de Nueva York: dejando tras de sí una estela de confusión y un rastro de piezas sin hueco donde colocarlas.
Dicen, que el Hombre Incompleto va buscando completarse con todo lo que le falta.
Dicen, que ha recorrido medio mundo para encontrar sus piezas.

También dicen, que las piezas que le faltan son aquellas que dan sentido redondo a su pasado: las verdades (de las que no sabemos nada).

El Hombre Incompleto giró la esquina, topando de bruces con un portal en cuyo interior había un gran espejo, y reconociéndose en el destartalado reflejo, suspiró.
Aún le quedaba mucho por caminar y mucho por encontrar para poder verse entero...
Y entre dientes dijo:
-Me gustaría volver a ver mi reflejo completo en el espejo algún día...

Y el Hombre Incompleto salió del portal dando una patada a una piedra, haciendo saltar miles de piezas y espantando a las palomas.
Así se perdió en su propia busca entre los tranvías, las luces de los taxis, el ruido de la gente y el humo de los bares.
Un niño que jugaba en el parque sonrió al verlo pasar.

Quizás fuera la última vez que lo viera pasear por Nueva York.