viernes, 15 de junio de 2012

Cierrabares

-La época dorada y las antiguas batallitas tardan poco en desvanecerse.
Eso era lo que contaba el borracho del bar sobre la barra al camarero, que pasaba la bayeta delineando el contorno de su barbilla, apoyada contra el borde.
El camarero escucha, sin prestar del todo atención.
Le alarga una tarjeta.
-Siempre puedes dejarte caer por este otro lugar...

Ahora me siento un poco como ese camarero. Esto casi que se cierra sólo. De vez en cuando paso a ver qué tal va todo, o a leer alguna cosa en algún otro blog (sobre todo ahora en exámenes, que me relaja).
Si alguien pensó alguna vez que aquí se destilaban buenas letras, siento comunicar que nunca lo creí así.
Sin embargo, me ha encantado siempre que me presten atención. Y escribir para vaciarme.
Así, alargo esta tarjeta:


Siempre puedes dejarte caer por este otro lugar.


lunes, 21 de mayo de 2012

Tonterías varias





Sé que he dejado este blog algo abandonado (la fascinación de la novedad, lo siento). Me he dado cuenta porque al soplarle se ha levantado una nube de polvo. Me he dado cuenta porque los textos que he releído tenían cierto regusto amargo a anís. Al anís que te dan las abuelas para abrirte las ganas de comer.
Hoy no sé por qué, estoy muy tonta recordando cosas de mi infancia.
Supongo que era más feliz entonces.
Quizás tenga repentino miedo a los cambios. Al fin y al cabo, son ahora los protagonistas en mi vida. ¡Me han desbancado hasta a mí!

Una anécdota algo tonta:
Me ha producido cierta satisfacción y orgullo (no sé por qué, me ha salido del alma) ver en las estadísticas del blog (cosa que sólo miro cuando estoy tremendamente aburrida) que los países donde más leen este experimento extraño son Chile y Argentina :) 
Quizás al verlo tan lejos me hace sentir importante, quién sabe...
Un saludo a todos los chilenos y argentinos. Hoy me habéis subido la moral.

viernes, 6 de abril de 2012

Bye bye, beautiful

Las calles empedradas del barrio se comían los pasos de Mrs. Cat, llenándolos de un sinsentido incómodo que no sabría describir.
Algo le estaba estorbando: Un nido de pensamientos y de recuerdos que se columpiaban entre sus largos cabellos color castaño viejo.
Ya no sólo Mr. Neo conformaba esa espiral de vicio y de noches sin dormir que desordenaba su mente, creando una algarabía confusa de olores, sabores, sonidos, imágenes y tacto.
Había probado otro mundo, otra historia diferente.
Demasiado larga de contar quizás.
Y sin embargo ocurrió todo tan deprisa…
Para luego desaparecer de repente sin decir ni adiós.
Mrs. Cat llegó a una conclusión:
Había algo en ella que se transformaba en un cartel luminoso de neón que gritaba a los cuatro vientos “soy una persona susceptible, vulnerable, inestable; haz conmigo lo que quieras”.
Nada más pensarlo, las lágrimas venían a sus ojos de gata.
No solía llorar a menudo, pero en esos meses había bebido agua salada demasiadas veces para su gusto. Quizás dos, tres… Bah, esas ya son muchas.
Impidiendo que la sal cristalizara en sus largas pestañas negras se dio cuenta.
¿Qué es lo que caracteriza a las princesitas, a las mujeres poco activas, divinas, frágiles…?
El cabello largo. El cabello largo por el que el príncipe esperado escalaría un día para anidar en sus sesos y conseguir que no pensara en otra cosa más que en él.
Pues se acabó.
Un buen día, Mrs. Cat decidió cortar la escala de los sueños desde la tierra para hacérselos ella sola. Pasó de ser la bella Rapunzel para convertirse en la guerrera Juana de Arco, batallando por unos ideales: los suyos.
Y no habría quien la salvara, pues ya estaba perdida.
Y no habría quien anidara en su mente, pues ya estaba ocupada con las maletas y sus trastos personales.
Y no habría quien consiguiera convencerla, porque ya estaba decidida.
Y los pensamientos y recuerdos, bichos inmundos, notaron el frío acero de las tijeras a la altura de los hombros, cayendo estrepitosamente.
Junto con ellas hubo algo que cambió en Mrs. Cat con el paso de los días: cayeron sus orejas de gata, sus bigotes y sus lindos ojos naturales se ahumaron. Los colmillos se afilaron y las uñas (aunque recortaditas y normalmente con algún tipo de esmalte) se afilaron.
Se había convertido en una especie en peligro de extinción. Y como tal, debía luchar por su supervivencia a su manera. Pues se había dado cuenta de que estaba más sola de lo que creía.
Y eso le gustaba.

viernes, 14 de octubre de 2011

Feeling good.

¡La de emociones y conexiones en el cerebro que puede hacer saltar una simple caricia que pasa bajo la hebilla del sujetador y que muere en la cadera, en línea recta y suave, hacia abajo!
Las pupilas se dilatan, el corazón bombea tan sordo que se esconde entre el ruido del aire al expirar.
El estirar el cuello provoca un escalofrío tan placentero que recorre la médula espinal, que apenas se notan los besos en las clavículas, el mordisco en el lóbulo de la oreja o el suspiro.
[...]
Puede parecer una niñería o una acción que la guía sólo el vicio, pero le gusta pensar que entre miles de personas hay quien se acercó a ella por ser la más alta del bar.
Puede parecer una niñería o una acción que la guía sólo el vicio, pero quiere seguir inyectándose autoestima en el corazón de esa manera.

:)

domingo, 18 de septiembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

Humedad, pintura y chocolate

Como final del verano que es y como feria y fiestas del pueblo que son, quiero hacer un llamamiento hacia esas canciones que no hacen otra cosa más que sonar en las radios más famosas durante los tres meses de las vacaciones. Pongámonos en situación:

Estás en tu coche. Son las ocho y media, nueve menos cuarto quizás, de la noche de octubre.
Llueve. Y los latidos del corazón los marca el limpiaparabrisas y el leve ronroneo de una radio distinta pero igual.
Las librerías aún no han cerrado. Se encuentran en su apogeo, tanto de trabajo, como de beneficios, como de curiosos que aprovechan el cotarro para buscar carne fresa en el mercado de los libros.
Lo único que ilumina el camino a casa son las luces de las tiendas cerrando y de unas cuantas farolas blancas, ralas, evanescentes en la lluvia, que marcan las líneas de la calle. El ambiente casi fantástico, irreal, como los minutos anteriores a que suene el despertador que disfrutas desperezándote en la cama (“oh, aún me quedan cinco minutos para levantarme, mmmm”).

 Lo único que hace que la escena se cargue de realidad son las dos o tres personas que cruzan las aceras refugiados bajo los paraguas o bajo un fajo de partituras (“vaya, ese se ha despistado esta tarde…”). Los hay también que aprovechan para rematar las últimas compras del día o los que deambulan en busca de algún bar en un día entre semana como el de hoy.

De repente, entre el hipnótico ruido del limpiaparabrisas adviertes que ponen algo “nuevo” en la radio. “Nuevo” porque es diferente a esas canciones baratas y grises que se componen para la temporada (“como si la música se pudiera comparar con la ropa, ¡ja!”). “Nuevo” porque no es más que otra canción que has escuchado ya mil veces pero que ahora se carga de cierta nostalgia. 

Se trata de la canción del pasado verano. Del verano aquel en el que se llevaba el look Bohemio-Fingido en las chicas y el look Geek-Marbel (no por tanto menos fingido) en los chicos. Te recuerda, no sé, quizás a una noche de parranda, a una conversación, a un ambiente, a una persona, a una playa, a una carretera…
Todos la hemos bailado, discutido, odiado, cambiado en cuanto salía por la radio, reído, gozado, descargado. A ti en concreto puede que no te haga mucha gracia, pero, no sé, te ha dado por dejarla. Te recuerda algo bueno.

¿Te ha logrado trasladar a algún lugar o recuerdo?

Eh, pues ahora vuelve a la realidad. Recuerda que sigues conduciendo camino a casa y está lloviendo. Vuelves a bajar el volumen de la radio, dejando un eco que se apaga, que suena a algún tipo de nostalgia rara que se repite cada vez más en el limbo, más lejos de la realidad. De tu realidad de ahora.

Acabas de llegar a casa.


[...]

Ahora lo que se escucha desde mi habitación es el zumbido sordo de la feria. Huele a húmedo, pintura, aceite de freír y a chocolate con churros. Entre tanto se intercalan pitidos de coches estancados en los alrededores del ferial, esas canciones del verano tan vacías, la voz cascada de la tómbola, pasos de gente… Encapotando en realidad una canción de Kings of Leon.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Mrs. Cat strikes again


Los estudiantes le inyectan un no sé qué que qué sé yo a Granada.
Es como si la ciudad despertara de un caluroso letargo para efervescer con la ayuda de miles de personitas.
Mrs. Cat contribuye a este extraordinario suceso que acontece una vez cada septiembre. Hoy ha vuelto a pisotear por el barrio. El barrio que tantos recuerdos le trae.
Esa es la panadería de siempre, con el característico olor a matalahúva y a azúcar requemada. Las cafeterías emiten multitud de ruidos, en especial la de en frente de la lencería: las risotadas de la camarera, el bullir de las cafeteras, el chocar de las cucharillas, el silencioso vaivén de los camareros vestidos de negro.
La verdulería sigue ofreciendo el abanico de tonos chillones y vistosos. El camión sigue aparcado en frente del “Todo a Cien” de los chinos y el mismo muchacho rapado pasea un remolque de cajas cargadas y vacías de un lado a otro de la curva de la acera. Siempre mira a los ojos a Mrs. Cat cuando la ve pasar. Ella cree que es su forma de dar los buenos días.
Saliendo del barrio y tomando el mismo camino de siempre, ve al mismo ciclista acompañado por el mismo perro en la puerta de la misma bollería, comprando algo para desayunar que envolverá en una bolsita de papel y que se llevará más allá de la parada de autobús.
Los médicos y enfermeros del Hospital Clínico conforman un ir y venir de batas blancas, olor fuerte a perfume y tintineo de estetoscopios contra algún bolígrafo en el bolsillo.
Así van sucediendo un episodio tras otro.
Todo con la misma movida rutina de las mañanas temprano. Todo en el mismo sitio donde Mrs. Cat lo había dejado todo antes de partir.
Una vez arriba también la esperaba la misma gente. Las mismas anécdotas, aunque distintas, siempre sonaban familiares de las bocas de aquellas personas. Los mismos saludos…
La misma mano que intentó posarse sobre el hombro...