Como final del verano que es y como feria y fiestas del pueblo que son, quiero hacer un llamamiento hacia esas canciones que no hacen otra cosa más que sonar en las radios más famosas durante los tres meses de las vacaciones. Pongámonos en situación:
Estás en tu coche. Son las ocho y media, nueve menos cuarto quizás, de la noche de octubre.
Llueve. Y los latidos del corazón los marca el limpiaparabrisas y el leve ronroneo de una radio distinta pero igual.
Las librerías aún no han cerrado. Se encuentran en su apogeo, tanto de trabajo, como de beneficios, como de curiosos que aprovechan el cotarro para buscar carne fresa en el mercado de los libros.
Lo único que ilumina el camino a casa son las luces de las tiendas cerrando y de unas cuantas farolas blancas, ralas, evanescentes en la lluvia, que marcan las líneas de la calle. El ambiente casi fantástico, irreal, como los minutos anteriores a que suene el despertador que disfrutas desperezándote en la cama (“oh, aún me quedan cinco minutos para levantarme, mmmm”).
Lo único que hace que la escena se cargue de realidad son las dos o tres personas que cruzan las aceras refugiados bajo los paraguas o bajo un fajo de partituras (“vaya, ese se ha despistado esta tarde…”). Los hay también que aprovechan para rematar las últimas compras del día o los que deambulan en busca de algún bar en un día entre semana como el de hoy.
De repente, entre el hipnótico ruido del limpiaparabrisas adviertes que ponen algo “nuevo” en la radio. “Nuevo” porque es diferente a esas canciones baratas y grises que se componen para la temporada (“como si la música se pudiera comparar con la ropa, ¡ja!”). “Nuevo” porque no es más que otra canción que has escuchado ya mil veces pero que ahora se carga de cierta nostalgia.
Se trata de la canción del pasado verano. Del verano aquel en el que se llevaba el look Bohemio-Fingido en las chicas y el look Geek-Marbel (no por tanto menos fingido) en los chicos. Te recuerda, no sé, quizás a una noche de parranda, a una conversación, a un ambiente, a una persona, a una playa, a una carretera…
Todos la hemos bailado, discutido, odiado, cambiado en cuanto salía por la radio, reído, gozado, descargado. A ti en concreto puede que no te haga mucha gracia, pero, no sé, te ha dado por dejarla. Te recuerda algo bueno.
¿Te ha logrado trasladar a algún lugar o recuerdo?
Eh, pues ahora vuelve a la realidad. Recuerda que sigues conduciendo camino a casa y está lloviendo. Vuelves a bajar el volumen de la radio, dejando un eco que se apaga, que suena a algún tipo de nostalgia rara que se repite cada vez más en el limbo, más lejos de la realidad. De tu realidad de ahora.
Acabas de llegar a casa.
[...]
Ahora lo que se escucha desde mi habitación es el zumbido sordo de la feria. Huele a húmedo, pintura, aceite de freír y a chocolate con churros. Entre tanto se intercalan pitidos de coches estancados en los alrededores del ferial, esas canciones del verano tan vacías, la voz cascada de la tómbola, pasos de gente… Encapotando en realidad una canción de Kings of Leon.